sábado, 22 de marzo de 2014

LA VEREDA DE LOS NAVARROS. QUÉ PASA CON UNA VÍA PECUARIA CUANDO SE ABANDONA...





Hoy tengo ganas de hablar, y de escribir. No creáis que me da pereza hacerlo, simplemente no tengo el hábito de escribir mis cosas en el blog. Me gusta elaborarlas, y esperar su momento, pero a veces esto no ocurre nunca y creo que ya es hora...hoy toca. Dicho esto, y después de algunos artículos guardados para mejor ocasión, con ganas de escribirlos, hoy quiero contaros mis impresiones sobre un camino que llevo muchos años con ganas de recorrer, que está cerca de mi casa, en mi pueblo en Los Molinos, y que unas veces por unas cosas y otras por otras... no vi nunca el momento. Y pensaréis, y porque no le ve el momento...???. Bueno, veréis como lo entendéis. Para empezar es una Vía Pecuaria de las muchas que pasan por Los Molinos o que llegan a este municipio.

Pero, siempre que preguntaba a alguien del pueblo sobre ella, todo el mundo me decía que estaba perdida, y que salía por detrás del cementerio de Los Molinos. Incluso mi padre me habló de ella alguna vez, cuando se lo comenté, y yo la busqué en el mapa de la zona, del IGN y allí se distinguía perfectamente, pero yo no veía muy claro de donde salía, y si sabía que salía de la carretera M-622 un ramal de la Colada de Los Navarros, que es otra Vía Pecuaria que coincide en parte con el trazado de la carretera de Los Molinos a Guadarrama. Y como paso tantas veces por esta carretera, y la veo cada vez que paso, decidí indagar un poco más. El caso es que no está indicada exactamente desde ningún sitio, ni desde Guadarrama ni desde Los Molinos, desde el Cordel del Toril. En Guadarrama al menos hay un cartel informativo de Vía Pecuaria, en varios puntos cruzando la carretera.  Como por las vías pecuarias no se puede circular con vehículos a motor, y no se veía donde dejar el coche, pues nunca paré...hasta ayer, que ya se me metió en las narices buscarla sin mapas, por intuición, y por orientación. Salí de Guadarrama, en un desvío que hay a la derecha en un camino de tierra justo donde pasa un arroyo importante la carretera, en un lugar rodeado de prados y fresnedas impresionantes desde la carretera se pueden ver, y en el que hay un cartel que indica Vía Pecuaria. Seguí por ese camino buscando el otro que cruza la carretera un poco más arriba, con otra indicación de Vìa Pecuaria. Hasta aquí todo bien, con la ilusión y el nerviosismo de los días que vas sin un rumbo fijo ni claro, y la emoción de recorrer un camino nuevo , que no conoces.
Prado abandonado a su suerte, sin utilizarlo en muchos años para la ganadería
Pero enseguida empezaron los cabreos...jeje...Primero comprobé el estado deprimente de nuestras fresnedas, minadas de vayas horrorosas de telas metálicas, cuando no con palets de madera, casetas como las de los barrios marginados, con todo tipo de elementos de colores variopintos y feos, y con las instalaciones de huertos y prados muy poco cuidadas. Un sitio tan bonito, y con tanto potencial, lleno de mierda por todos los sitios, basura acumulada a los lados de los prados  y cercas, y mucha gente para ser un lugar tan aislado del pueblo. Pensé, que no era verdad lo que estaba viendo, pero estaba bien despierto.  Por fin llegué a la última instalación con coches aparcados en la entrada y con casetas y pajares por todos los lados, y de repente, se ve allí al fondo como una especie de camino entre dos vallas, encajonado  y lleno de vegetación, que parecía no llevar a ningún sitio. Y no había otro camino así que decidí intentar seguirle a ver si era ese mi camino, el que yo buscaba. En pocos metros comenzó la odisea.  Los prados estaban inundados por las fuertes lluvias de los últimos meses, y el camino, lleno de agua por todos los lados. Intenté avanzar por las orillas, pero estaban llenas de zarzas y endrinos llenos de pinchos , y me hundía entre el fango.
Mojón de la Comunidad de Madrid, a la que pertenece la jurisdicción actual
de las vías pecuarias
Dude si seguir o rendirme a las primeras de cambio, pero al parecer tenía ganas de incordiar, y decidí saltar al prado de al lado para intentar salvar el obstáculo. Había ganado a lo lejos, pero sin problemas salté la valla y empecé a avanzar en terreno encharcado y lleno de zarzas, y fresnos, y como pude anduve metiéndome hasta los tobillos de agua, unos 50 metros. Mirando a cada momento si se había acabado el pantano que había en el camino.  Enseguida vi que podía volver al camino, seguía con mucho agua, pero ya se podía ir sorteando, y al rato había una portera de palos con alambres de espino que impedía el paso. La abrí y seguí, caminando, parecía que el camino seguía y a los lados  había varias instalaciones ganaderas ya más cuidadas y con ganado para carne. Ya escuchaba de cerca la carretera, así que tras este primer tramo tan accidentado, y abandonado, llegaba al lugar por donde presuponía que iba la vereda.
Atravesé la carretera, sin vacilar y con mejor ánimo, después de este mal trago de ver mis dehesas tan mal representadas, no tiré ni una foto de la mala sensación que tuve, y además me pinché por todos los lados y también me mojé los pies. Toda una odisea. A partir de este momento, el paisaje cambió. Ya no  había chabolas por todos los sitios, ni vallas de alambre, ni instalaciones demasiado afectadas por la mano del hombre. Eran prados muy grandes, bien cuidados y con vallas preciosas de piedra colocada sin cemento y llenas de musgos y líquenes. Esto si que era campo, y dehesas verdes y llenas de fresnos en un principio pero enseguida empezaron a dominar los robles.
Charca natural en un lugar más hundido del terreno.
La vía pecuaria era ancha y no estaba en mal estado en un principio, y a unos 200 metros o 300 de la carretera me encontré con la primera sorpresa grata del día, un sitio precioso en un prado lleno de robles  y una pequeña charca, preciosa con fresnos en su interior, con su tronco engullido por el agua. El paisaje era muy hermoso y muy aislado, tenía magia con los fresnos aún desnudos, reflejándose en sus aguas limpias y quietas, en un momento volví a sonreír. En este lugar me recree un rato, y tiré muchas fotos en estos reflejos profundos de la charca y volví al camino.Al poco trecho andado, el cordel que no estoy seguro ahora mismo si es cordel o vereda, prometo comprobarlo y decirlo, dejó de ser ancho de repente, y el camino se estrechó sobremanera, con lo que es fácil imaginar que  o bien antes  o bien ahora el estrechamiento era en parte invadida la Vía Pecuaria por los prados y las vicisitudes de la historia y de la vida misma.

En este momento el camino se encontraba como en la primera foto que puse, enmarcado por preciosas vallas de piedra, e invadido por la vegetación autóctona que predomina en la zona, que poco a poco con el abandono de sus antiguos usos ganaderos trashumantes, ha ido colonizando lo que es su lugar y su terreno. Se veían en medio de la vía pecuaria numerosas encinas y bosquetes de robles o rodales que iban colonizando su espacio, el piso del Robledal. También en los lugares más húmedos había fresnos, y más adelante en el curso del arroyo, ya dentro del agua, bardagueras y zarzas.

Pero como pasa siempre en las Vías pecuarias, hay momentos en los que hay estrechamientos y otros la vía es un poco más ancha. Los prados que estaban a los lados del camino, eran preciosos, verdes, adehesados, con hermosos ejemplares de fresnos y robles. Algunos de ellos, se encontraban totalmente abandonados desde hace tiempo, y allí la vegetación natural autóctona comenzaba a repoblar sus territorios como antaño. Otros, se veía ganado pastando tranquilamente, a lo lejos, y gente haciendo sus labores de limpieza de los prados, y del robledal. Quemando ramas secas y cortando leña en este lugar especialmente hermoso y alejado de todo.
El robledal o melojar, poco a poco se va imponiendo den los prados que
se van dejando de utilizar para la ganadería.
A mi me gusto sentirme en el corazón de estos prados y dehesas, donde no había estado nunca, lejos de los prados bien comunicados que tanto conocemos en Los Molinos, tanto es así, que se veían bastantes signos de abandono, o de un lugar alejado de la civilización. Vallas semideruídas, huesos de vacuno desperdigados,  fresnos sin desmochar, y encinas y robles por el camino sin comer por el ganado en mucho tiempo. También al avanzar el camino y ver ya al fondo La Peñota, y los lugares que yo conozco de siempre se intuían y estaban cerca...quedaba poco, pero no se veía el final. Al avanzar, empecé a escuchar un fuerte estruendo de agua más violenta, cerca pasaba un arroyo más grande. Cada vez más cerca del final , otra vez el camino empezaba a encharcarse y a estrecharse, hasta que llegué a la confluencia del arroyo que escuchaba antes.
Entonces pensé en cómo le iba a atravesar, el arroyo bajaba muy caudaloso, parecía un río, y cruzaba la vereda de izquierda a derecha. Parecía haber senderitos que desembocaban en la zona en la que normalmente se cruzaría el arroyo, pero esta vez, tras las fuertes lluvias caídas, de repente desapareció el camino. Todo lo ocupaba el agua, y un pequeño paso de piedras que había las había sepultado y movido la fuerza del agua. Así que, con tantos trastos que llevaba y el calor que hacía... los dejé en una orilla y busqué como atravesar el cauce. No había manera, y yo quería atravesarlo por el camino, sin salirme de él, a los prados, y entonces comenzó un calvario para seguir este tramo. Muy difícil fue atravesarlo pero lo conseguí , con varios arañazos y golpes pero sin percances importantes, poco después mi sorpresa fue que el arroyo se dividía en dos, y uno de ellos seguía por el trazado del camino.
Todo estaba salvaje, pero precioso, con agua por todos los lados y también con cascadas pequeñas, pero muy difícil de seguir el camino, con zarzas a los lados y bardagueras, y también con endrinos. Todo lleno de pinchos, y unas pinceladas de color azul entre ellas, que no acertaba a ver bien qué flores eran. Al final en varios tramos tuve que saltar al prado, para poder seguir el trazado más adelante, y las flores azules en los prados eran mucho más abundantes, y vi que eran violetas preciosas violetas, en el campo en estado natural. Qué gozada...¡¡¡. En la temprana primavera,  en las praderas de los robledales y de las fresnedas,  comienzan a florecer algunas especies que salpican de color el verde de los prados y dehesas.
Violetas.
Y todos los años acuden a su cita a finales del mes de marzo, cuando aún resuenan los ecos del frío invierno, pero verlas en estado natural, salvajes, y preciosas es algo que no tiene precio. Uno siempre piensa que lo que dicen los libros es verdad, pero no es lo mismo leer que las hay en esta época que caminar por el campo y de repente verlas en toda una pradera.  Así, sin buscarlo, en este pequeño paseo, corto pero emotivo por lo singular del trayecto, y por la cantidad de detalles que vi , pude ver violetas, campanillas( narcisos), y narcisos de otros tipos y también margaritas y los primeros brotes de las peonias, a montones en esta zona, prácticamente, lejos de la presencia humana.
A partir de aquí, pude seguir el camino hasta el final, no sin problemas teniendo que saltar en varias ocasiones de un lado a otro del arroyo, pero enseguida, salí al Cordel del Toril, en Los Molinos, justo enfrente de las Hermanitas de los pobres donde sale un arroyo al lado de la puerta, que es el que inundó el camino, como decía al principio, muy cerca del cementerio de Los Molinos. Y esto es lo que pasó ayer en mi pequeña aventura salvaje y recóndita en un paseo por una vía pecuaria abandonada para el uso que se creó, entre los municipios de Guadarrama y Los Molinos, muy cerca de la civilización pero olvidada en el pasado del esplendor ganadero de nuestra comarca. La bajada la hice por el mismo lugar, evitando ya pasar por los mismos problemas que antes, y saltando al prado para evitarlo, bajé en poco más de una hora, al lugar donde dejé el coche. No sin antes mojarme un poco con un chubasco primaveral, y pensando en el carácter nostálgico de este camino, que me invadió durante todo el trayecto y los días posteriores...
Campanillas.

Primeros brotes de las Peonías, (dolor de cabeza como las llama mi padre)













Valla de piedra sin cemento, típica de la zona.














lunes, 24 de febrero de 2014

RUTA INVERNAL A LA PEÑOTA.


La Peñota es una preciosa montaña, situada  en la zona central de la Sierra de Guadarrama, al NO de la Comunidad de Madrid. Prácticamente toda la ladera sur pertenece al pueblo madrileño de Los Molinos y en su vertiente Norte al municipio segoviano de El Espinar. Su cima, con una altitud de 1945m. se encuentra en el cordal que viene del SO desde el Monte Abantos en El Escorial , en dirección hacia Cabeza Líjar y el Alto del León y que después continúa por la Cuerda de La Peñota hasta su cima, ascendiendo poco a poco desde los 1780 de Abantos hasta los casi 1900 de Cabeza Líjar y los 1945 de La Peñota. Esto de forma resumida, y que después de ella, continúa  esta cuerda hacia el norte hacia las cimas más altas de la Sierra de Guadarrama, desde la Peña del Águila  hasta el Cerro Minguete, y a sus pies, el Pto de la Fuenfría. Desde este puerto, la Sierra de Guadarrama se divide en dos ramales, uno va hacia el Montón de Trigo y la Mujer Muerta, y otro va hacia Siete Picos , Pto de Navacerrada y la Cuerda larga. Dicho esto, para situarnos un poco, dentro del Sistema Central y la Sierra de Guadarrama. Su situación en esta, la convierte en una montaña con unas vistas espectaculares sobre el actual Parque Nacional de las Cumbres del Guadarrama, del cual se quedó fuera... por estas cosas de los políticos. Su cima la forman tres picos de roca granítica, con una forma muy característica, que se puede observar en los días claros desde la capital. En otros tiempos se la llamó Tres picos, y el pico central es el de mayor altitud, donde está situado el Vértice Geodésico. Hay quien le llama Pico Carpentier, en honor a un alpinista conocido en pasadas épocas pero el nombre con el que hoy se la conoce es La Peñota.

Este es el aspecto que tenía La Peñota desde Los Molinos, antes de salir.

Estos son los principales datos de esta montaña.  En este artículo que hoy voy a escribir, describiré la  subida que hicimos en el mes de Enero de 2014. desde el Hospital de la Fuenfría, en el Valle del mismo nombre en Cercedilla. Esta montaña tiene varias ascensiones conocidas por todos desde Cercedilla,  y  desde el Alto del León  que son las más utilizadas, ya descritas en este blog en otro artículo anterior. Esta vez decidimos subir por un sitio diferente al que hacemos siempre, debido a las condiciones climatológicas existentes, con una importante nevada en la zona en los últimos días, y por lo tanto cuando esto pasa, tienes que tener en cuenta que subiendo por un camino de muy larga distancia, se puede hacer muy largo y difícil para acceder a la cumbre. Mis compañeros de viaje esta vez son Ezequiel y mi hijo Jorge, así que con ellos voy en buena compañía, con montañeros expertos conocedores de la zona y particularmente La Peñota, y en buena forma física, con los que subí feliz compartiendo una ruta tan bonita como esta, disfrutando en todo momento de todo en su compañía. Dicho esto, voy a comenzar a contar la experiencia directa del día que subimos con todo lujo de detalles, y con muchas fotos que dan una idea muy aproximada de lo que vimos  y de lo que conseguimos disfrutar en cada momento.

Estos son mis compañeros de viaje, Ezequiel y Jorge, en el comienzo de la ruta
justo detrás del hospital.
Nos acercamos al Hospital de la Fuenfría en coche, nuestra idea inicial era acercarnos lo más posible a nuestro objetivo de hoy, no queríamos perder el tiempo en los tramos bajos, y queríamos ver los pinos blancos y la cima de la montaña sin huellas, con las piedras congeladas y todas blancas, era como subir a otra montaña nueva. Así que tras subir a las dehesas de Cercedilla, fuimos hasta el hospital y allí, en el parking dejamos el coche. Elegimos este camino, porque era más directo , y podíamos acercarnos hasta casi a los 1400 m. de altitud. El día estaba precioso, casi despejado, después de tantos días de nieve y lluvia, no podíamos quejarnos. No creáis que fue casualidad o suerte..jeje... no..¡¡¡ .


Cuando vas a hacer una ruta como esta  en invierno, con una grado de dificultad alto o muy alto, no puedes dejar a la suerte que decida por ti, elegimos el día que mejor previsión de buen tiempo teníamos en toda la semana, es más... era el único que podíamos escoger. Este pequeño detalle,es muy importante para el desarrollo de la ruta, siempre debe consultarse la previsión del tiempo para el día que quieres hacer la ruta, y más en invierno. La montaña es muy traicionera, y sufre fuertes cambios de tiempo en pocas horas, y esto puede resultar peligroso, a pesar de que no vamos a ir por encima de los 2000 m. donde sería mucho más peligroso, una mala preparación de la ruta puede ser una invitación a una mala experiencia e incluso peor aún, un accidente con todo lo que ello conlleva. Ni que decir tiene que se debe llevar el equipo adecuado para una ascensión con nieve en una montaña, ropa de abrigo y botas impermeables y según lo que vayas a hacer pueden hacer falta  crampones o piolet, o raquetas
Esta es la Vereda de La Piñuela, marcada con punto rojos en los pinos
. El camino a seguir se denomina "Vereda de la Piñuela",  y sale justo detrás del hospital. Es un camino muy directo y vertical, no tiene dificultad salvo que es muy exigente. Yo ya conocía esta vereda de hace tiempo, de una ruta que hice hace unos 20 años, pero no recordaba gran cosa de ella, salvo que era dura en la subida, y que no vimos entonces ni un palmo más allá de nuestras narices porque había mucha niebla y que no llegamos nada más que a la "Calle Alta", que es una pista forestal que hay más arriba. No recordaba nada del camino que entonces no estaba tan bien marcado como ahora, con unos puntos rojos sobre los troncos de los pinos silvestres que son fáciles de seguir incluso con nieve abundante. Creo que ya lo he dicho  otras veces, pero no me importa repetirlo, la verdad es que es un lujo ir con una persona del lugar que conoce todos los caminos posibles para recorrer la zona. Esto te permite ir más relajado por un lado y por otro, conocer nuevos caminos para usar en el futuro, además de optimizar el trazado al máximo eligiendo en cada momento el camino más adecuado. En este caso, a pesar de subir a La Peñota, que es nuestra montaña, la de nuestro pueblo,  y conocer perfectamente los caminos tradicionales, y alguno más desconocido desde Los Molinos,  estábamos en Cercedilla, en la casa de Ezequiel,  y esto siempre es de agradecer, y como dije antes un lujazo, llevar de compañero a alguien así. Así que hoy íbamos a conocer algún camino nuevo, uno más de tantos...que siempre te hace ilusión caminar por caminos desconocidos.

Así pues, comenzamos la ruta  en medio de un precioso bosque de pino silvestre, ya con nieve a esta altitud, así que la ruta prometía emociones fuertes. Poco a poco, la senda iba subiendo con fuerte pendiente, y al mismo tiempo la capa de nieve iba siendo mayor. Íbamos abriendo huella, no había ni una sola pisada, y estábamos solos en medio de la nada, como se suele decir. La nieve en un principio estaba dura, al quedarse el cielo despejado de repente, por la noche, las temperaturas bajaron rápidamente y había helado bastante de madrugada.

Es un verdadero placer abrir camino en la montaña, es como andar por un sitio virgen, lleno de sorpresas y también...de trampas, es emocionante. A pesar de subir muy rápido, la última parte de la vereda se hizo un poco pesada, todo empezaba a estar blanco por todos los sitios, los pinos, las piedras...todo, pero además de que empezábamos a hundirnos en la espesa capa de nieve, y complicarnos la subida, empezamos a disfrutar de verdad del paisaje blanco de verdad, del paisaje invernal de alta montaña...a pesar de no estar a más de 1600 m. de altitud. A partir de aquí las sensaciones se iban agolpando en mi cabeza, las fotos surgían a cada momento, y todo, parecía sacado de un cuento de estos de Navidad. Estábamos atravesando un tramo complicado, con mucha nieve, y con partes heladas, pero ya empezábamos a adivinar lo que había más arriba. Cerca de la Calle Alta, que se encuentra ya a unos 1700 m., había un pequeño tramo más llano y más abierto, desde donde pudimos ver entre pinos, el Valle de la Fuenfría, y otras panorámicas realmente hermosas de La Maliciosa, que era la única montaña importante que se podía ver ,  a ratos,  escondida bajo los bancos de niebla de las cumbres más altas.
La Maliciosa.
De las demás ni rastro, tenía pinta de no poder verlas en todo el día, el tiempo aún estaba inestable, y en las cumbres de Siete Picos y Las Guarramillas, no se veía ni un pimiento...Fue en este tramo de la ruta, en el que pudimos encontrar el primer cambio importante en el paisaje. La nieve era muy abundante, ya pasaba de los 30 cms. y los matorrales y los pinos empezaban a estar tapados  y en parte congelados. Si de repente abrieras los ojos, y te despertaras de repente en un lugar así,  sentirías un placer enorme de la enorme belleza que tienen estos lugares en invierno. La nieve ya nos llegaba cerca de las rodillas, y resultaba difícil avanzar, pero en cambio, todo estaba tan bonito... para no dejar de mirar, son momentos preciosos en los que se comparte la ilusión y la felicidad con los compañeros de ruta, sin hablar, no es necesario, solo con una mirada sabes lo que puede sentir la otra persona,,,

todos estamos como embriagados por el momento, pero no se sabe nunca en que punto de la ruta vas a disfrutar más, muchas veces te pasa que cuando empieza a estar todo bonito, te cebas con las fotos, porque está precioso, si, pero aún puede quedar y además siempre es así, lo mejor más arriba. El caso es que en este tramos nos entretuvimos un buen rato tirando fotos , sobre todo Ezequiel, obsesionado con sacar una buena foto de la Maliciosa..jeje.. , pero bueno, todo perfecto hasta ahora. El tramo final de la Vereda era precioso, el camino era un sendero ya estrecho de montaña, rodeado de pinos y sus ramas cercanas. Se veía que no era un camino demasiado transitado, porque en algunos sitios la vegetación invadía el sendero, formando a cada momento hermosos pasadizos rodeados de ramas heladas, con difícil acceso y con una sensación de no saber donde ni como iba  a terminar la vereda, ni tampoco cuando.
Ezequiel entre las retamas sepultadas.
El caso que estábamos ya muy cerca de la Calle Alta, pero no tenías esa sensación en ningún momento, era como si estuvieras aislado de todo, como si fuera un camino independiente, alejado de todo, donde te sentías en otro mundo. En un pequeño claro que había antes de llegar, había unas retamas totalmente agachadas  por el peso de la nieve, con sus ramas tocando el suelo, y al salir de ellas el final estaba cerca....muy cerca.

Caminos infinitos, caminos sin final.
Al fin llegamos a la Calle Alta, una preciosa pista forestal que empieza en el Pto de la Fuenfría, y que termina en el Collado del Rey en Los Molinos. Es un camino muy alto, con una media de 1700 m. de altitud y con unas hermosas vistas panorámicas aéreas de toda la zona, sobre todo del Valle de la Fuenfría y también de las montañas cercanas.
La Calle Alta.
Es evidente que este camino, en invierno es espectacular, porque al ser tan alto, hay casi siempre nieve, y en ocasiones mucha nieve, y un paisaje absolutamente nórdico, espectáculo de la naturaleza.  En esta ocasión, al llegar a ella, el camino estaba limpio, sin huellas, totalmente nevado y con mucha nieve. El lugar era precioso, el camino estaba bordeado por pinos silvestres totalmente blancos y congelados. Y si creímos en algún momento que ya habíamos visto todo lo importante, en la ruta, evidentemente, nos equivocamos.
A partir de esta altitud, la belleza que pudimos disfrutar fue enorme,  de un paisaje blanco por donde fuera que miráramos, todo el rato alucinando de los paisajes, de los pinos todos blancos, de la montaña en estado puro, de la estampa invernal. La verdad es que nos había costado mucho llegar hasta aquí, la nevada era importante, y ya en la parte final de la Vereda de La Piñuela, nos hundíamos muchas veces en la nieve. Cada vez era más difícil avanzar, y al no llevar raquetas, todo podía complicarse sobreanera. Nosotros sabíamos que iba a haber mucha nieve, pero nunca llevamos raquetas, nos gusta sentir el poder de la naturaleza, hundirnos en la nieve, y disfrutar de todo esto. No es que con raquetas esto no se disfrute,  es diferente. La raqueta es muy práctica para no hundirte en la nieve, pero también tienes menos movilidad,  para salirte del camino y caminar entre piedras o lugares no tan bien acondicionados. Pero claro, todo tiene su explicación, todo lo que te gusta de ir sin ellas, al final, si hay mucha nieve durante mucho tiempo, las hechas de menos, y el camino puede ser una tortura física importante al tener que levantar la pierna mucho, cada vez que te hundes, y eso en un terreno tan hostil, con una fuerte  pendiente, hace que la ruta se haga muy dura. En fin, que estuvimos muy poco rato en la Calle Alta, el camino continuaba hacia el Collado de Cerromalejo,  un lugar muy bonito a mitad de camino entre La Peña del Águila y La Peñota, con una altitud de 1770 m.
Atravesamos la Calle Alta no sin antes sentir el placer de tumbarte sobre esta masa de nieve virgen, blandita y muy apetecible, para tirarte sobre ella. Este camino que cogimos para subir al collado, era muy bonito, muy tendido, iba laderando suavemente, sin fuertes pendientes. Nada que ver con el de la subida tradicional a La Peñota, que es muy vertical y complicado de subir. A partir de este momento, empezamos a notar un cambio importante en la nieve, cada vez era más grande la nevada, y en algunos sitios empezaba a estar más helada. Según íbamos ganando altura,  todo estaba impoluto, salvaje.

Los detalles eran cada vez más numerosos y más espectaculares,  caminando a duras penas entre los pinos, cada vez más helados y también más bonitos, y con unas formas realmente de ensueño, casi sin darnos cuenta llegamos al collado. A pesar de la dificultad, cuando llegamos allí, el lugar era una verdadera maravilla. Todo , absolutamente todo lo cubría la nieve, formando ventisqueros pequeños en la pared de división de la Comunidad de Madrid y Segovia.

En el collado de Cerromalejo a 1770 m. de altitud.
Las formas de las cosas se cubrían de hielo, así pues, las ramas de los  pinos ya no podían con  el peso de la nieve helada, y formaba cristales de hielo que agudizaban aún más si cabe la belleza de las acículas,  y de cualquier cosa que pudiera existir en este lugar inhóspito y salvaje.El cielo era de un azul intenso, limpio y profundo que contrastaba mucho con la intensa nevada, ya no había nada que nos impidiera ver la cima de La Peñota, nuestro objetivo final.  Todo lo que veían mis ojos era alucinante, ya no solo por los detalles en si, que también lo eran sino por lo bellos que eran, por lo exageradamente bellos y por lo bien que se remarcaban en este lugar tan elevado y hermoso.


Con esto quiero decir, que ya en la cuerda de cima, donde ya no hay nada que frene el viento, y donde ya empieza a haber menos pinos, más diseminados y más retorcidos, que resguarden del frío intenso de la noche, e incluso de la sombra o el norte. Entonces, los efectos del viento helador del norte se pueden observar sobre los objetos, sobre las ramas de los pinos, sobre las rocas o sobre cualquier cosa que pueda haber allí.
Como la puerta que sirve de entrada de Madrid a Segovia en este punto, cuya rejilla de cuadrados se convierte en un precioso mosaico de hielo. Ni que decir tiene, que todos estos fenómenos meteorológicos que también observamos en el llano mucho más abajo, aquí son mucho más intensos y por lo tanto más visibles a simple vista, no hace falta fijarse mucho. Por todos los lados ves cosas inexplicables que forma el viento, el hielo y la cencellada. Es el poder de la naturaleza, de la montaña, de la altitud, del clima extremo de estas montañas que no parecen soportar un invierno tan riguroso, pero que cuando subes a verlas en pleno invierno, son como una clase magistral de fenómenos producidos por el hielo, por el viento y por la nieve.
Todas esas cosas que ves luego en verano, con sus efectos devastadores, sobre los pinos, sobre la orientación de sus ramas, sobre la erosión en las rocas, o simplemente cuando en pleno verano ves praderas verdes en plena sequía, se forjan en las montañas en el invierno. No hay más que ver, la diferencia de la cantidad de precipitación de el llano a estas altitudes. En este collado ya íbamos por más de medio metro de nieve, cuando abajo en los pueblos no pasó de los 10 cms. Ahora voy a colocar unas cuantas fotos de este collado y de sus detalles a destacar, y también de nuestras fotos de recuerdo en este lugar donde paramos un ratito para reponer fuerzas y para disfrutar.

Al fondo ya vemos el objetivo de hoy, aún, lejos.
Qué preciosidad de pino silvestre.¡¡¡
Detalle rejilla puerta modelo alpino.
Detalle de las acículas del pino silvestre congeladas

Jugando con los elementos...


Qué maravilla, todo impoluto, sin una huella...
Ventanal mirando a la Maliciosa.
Decoración alpina , bosque pino silvestre.
Tras divertirnos un buen rato en el Collado de Cerromalejo, como reflejan las imágenes, ellas hablan por si solas. Fue un momento único e inolvidable, todo estaba como de cuento de hadas, y nosotros nos sentimos felices y contentos de haber estado allí y de haberlo disfrutado. Es difícil de explicar con palabras la cantidad enorme de sensaciones y emociones que sentí en ese lugar, cuando vives una experiencia de este tipo, el subidón de adrenalina es tal que estás bajos sus efectos varios días, y no lo puedes olvidar. Y como no puede ser de otra manera en un lugar como este nos tiramos las fotos de rigor, de recuerdo,  para que queden en el archivo, para enmarcar...jeje o guardar para siempre. 

Luis Sancho, Jorge Sancho y Ezequiel. Bajo las ramas de los pinos.

Foto de recuerdo inolvidable con los compañeros de ruta.
Como se puede ver en las fotos el lugar tenía mucho que ofrecer, pero aún nos quedaba llegar a La Peñota, al objetivo de hoy. Justo al llegar al collado, se coge hacia la izquierda el Gr-10, que es un camino de gran recorrido que viene de Valencia y va a LIsboa.. El camino en condiciones normales es bastante duro en su tramo final de ascensión a la cima, pero en este caso, la verdad es que es durísimo.

 Decir que seguimos el GR, es mucho decir, a partir de esta altitud,  ya vas por la cuerda de la montaña, y pega bien el viento del norte. A pesar de ser un camino precioso y muy conocido, parece ser que en estas fechas, a nadie se le había ocurrido todavía pasar por allí, nada más que a nosotros. Así que, no había camino,  ni una huella, ni una marca, estaba todo sepultado por la nieve, y en los pinos donde están pintadas algunas marcas, el hielo y el viento se habían encargado de tapar las ramas y el tronco. Resulta difícil orientarse en un lugar así, mira que habremos pasado veces por este camino, en verano o con buen tiempo, y podríamos ir con los ojos cerrados, pero en estas condiciones, todo cambia. No aciertas a reconocer el camino, tampoco aciertas a imaginar por donde va siquiera, todo es igual, es blanco, y no se ven las marcas.
Tras algunas dudas, intuimos por donde iba, aunque la verdad daba igual. En este caso, al no estar el camino abierto, y estar todo tapado por la nieve, más de un metro en los tramos más altos, podíamos abrir camino por donde quisiéramos. La subida era fácil de seguir porque va justo por el cordal, y hay una valla que sirve de separación de las Comunidades de Madrid y Castilla y León. Madrid y Segovia. Entonces cual era el problema...???. En un principio ninguno, seguimos a ojo el camino para evitar problemas y no dar muchas vueltas,  cada vez había más nieve, y lo de seguir la valla, se hacía cada vez más difícil... no había valla,... pero bueno¡¡¡. Y donde está...???. Estaba sepultada a medias por los ventisqueros que se forman cuando sopla el viento de norte, que al topar con la valla, se iba acumulando. La estampa que podíamos ver era preciosa , alucinante diría yo.

 Jorge se puso delante, con fuerza, a abrir camino, y yo le seguía como podía, Ezequiel se iba quedando atrás entreteniéndose con las fotos. Cada vez la ladera este de La Peñota era más empinada, y ya nos hundíamos hasta el culo...jeje... nunca mejor dicho. Ahora si que echábamos de menos las raquetas.  Todo estaba precioso , impresionante. Cada paso que das hay una foto, o varias, depende lo que te entretengas. La subida se estaba haciendo muy larga, Jorge paró un poco de abrir porque ya no podía más, se hace mucho ejercicio al tener que levantar toda la pierna y el pie a cada paso que das, y la nieve además estaba cada vez más helada en su capa de arriba. Entonces yo me puse delante a abrir camino. Madre mía...¡¡qué suplicio.
Dabas 3 pasos y ya estabas muerto...ya estábamos muy cerca de la cumbre, lo sabíamos porque al final vimos algunas marcas en los pinos, y lo reconocíamos...sobre todo Jorge, y nos intercambiamos ambos para abrir camino, cada vez con más frecuencia. A todo esto nos habíamos olvidado de Ezequiel, que no le veíamos ya por ahí abajo, que seguía con sus fotos... Nosotros parábamos a menudo para descansar y para tirar fotos y meternos debajo de las ramas heladas de los pinos, había cada rincón como salido de un cuento, todo parecía silencioso y puro, en absoluto silencio.
Paramos un momento para esperar a Ezequiel, que a mi no me gusta que vayamos separados, no sea que nos pase algo a uno y no te enteres. Cuando llegó, intercambiamos experiencias intensas vividas, a pesar de ir por el mismo sitio, cada uno veía todo de una manera diferente, y se fijaba en cosas diferentes. Después salimos de nuevo y en el último tramo, subíamos atascados de tanta nieve, y de tanta pendiente, cada vez más complicado. Jorge y yo íbamos primero, y enseguida llegamos a las inmediaciones del primer pico. Allí esperamos de nuevo a Ezequiel, para tirarnos unas fotos juntos, y  reagruparnos. Pero fue imposible.  En aquel momento,  Ezequiel se entretenía mucho disfrutando a su manera en cada pino, o en cada detalle.
Nosotros decidimos seguir adelante solos y le esperaríamos en el pico...los últimos pinos de la subida parecían fantasmagóricos. Tenían formas extrañas, con las ramas caídas y pegadas al suelo, formando pequeños resguardos a modo de refugios naturales,  donde si te metías dentro, parecías estar en el paraíso. En cuanto salimos de ellos, los últimos pinos de la montaña, llegábamos al límite de supervivencia del Pino Silvestre, y de repente se abría a nuestros ojos otro tipo de paisaje muy distinto al que veníamos viendo desde abajo, el Bosque de pinos silvestres característico de la Sierra de Guadarrama. Las condiciones que había en este nuevo paisaje eran muy diferentes a las anteriores,  el paisaje parecía lunar, desértico,  desierto blanco con dunas en forma de ventisqueros, con rocas tapadas totalmente por el hielo y sin pinos... ya no había pinos.
Habían desaparecido de repente, y en algún resguardo aún quedaba alguno suelto, muy raquítico y aislado. De repente, el problema de la nieve se había evaporado, habría más de un metro de nieve allí arriba, pero al no haber nada que protegiera el manto nivoso, las temperaturas eran mucho más frías, y el viento helador, campaba por allí a sus anchas. Con estas condiciones, pasamos de repente de hundirnos hasta las caderas, a no hundirnos siquiera, todo estaba helado, ahora el peligro no era hundirse, era escurrirse. Muy difícil moverse por allí, había que andar con pies de plomo, muy despacio, con mucho cuidado de donde pisabas, y por donde te metías.
Eso si , todo estaba precioso, absolutamente increíble. Con mucho cuidado, nos acercamos a las rocas que conocíamos de tantas veces andar por allí arriba, pero muchas de ellas no se las veía, o eran diferentes al estar tapadas enteras o en parte con la nieve o los ventisqueros. Menos mal que conocíamos muy bien la zona porque el camino no se veía por ningún sitio y si no has estado allí antes, puedes meter el pie en cualquier sitio, y tener un problema grave. El caso es que subimos a las piedras y por fín nos asomamos al valle de abajo, al sur.
Siempre es alucinante este lugar, y esa sensación de subirte a estas rocas y asomarte al precipicio, es emocionante siempre, porque hay una diferencia de 1000 m desde aquí al pueblo de Los Molinos que está allí abajo, con todo lo que eso conlleva para nosotros que vivimos allí desde que nacimos, y que nos movemos por sus calles y sus plazas todos los días. Pero ahora, todo era tan diferente, la nieve era muy abundante, y parecía nuestra Peñota, otra montaña. Estas montañas de la Sierra de Guadarrama que no son demasiado altas, se convierten en alta montaña en esta época, con temperaturas muy extremas y nieves muy profundas y heladas.
Jugando con los ventisqueros.
 Nunca se debe de perder el respeto a una montaña, sea cual sea, todo cambia en un segundo, y todo se torna mucho más difícil y más peligroso. Allí tiramos montones de fotos de este momento histórico para nosotros, ese sueño que siempre he tenido desde muy pequeño de subir allí arriba, aquí, donde estaba en ese mismo instante, nevado pero de verdad, como estaba en ese momento...es una emoción indescriptible, muy intensa y maravillosa. Con sumo cuidado recorrimos Jorge y yo todas las rocas graníticas que tantas veces nos hemos subido a ellas, y caminado entre los bloques enormes de rocas, acercándonos al precipicio, para disfrutar de este enorme y espectacular paisaje de la Sierra de Guadarrama. Todo  estaba muy cambiado. lo sentíamos diferente, pero era ese mismo sitio que tantas veces visitamos, y que tanto apreciamos.
Al borde del precipicio, la niebla nos invade...
Estábamos allí, en la cima de La Peñota, bueno, no exactamente, para nosotros todavía podíamos ir hasta el pico central , y cima de la montaña. Después de haber llegado allí, y estando en estas condiciones de belleza extrema, no nos lo íbamos a perder. Al cabo del rato vino Ezequiel, después de hacer sus fotos y sus vídeos, y nos reunimos los tres allí, y Jorge ya quería comer que estaba hambriento. Como casi siempre, tuvimos que buscar un lugar al abrigo de los vientos del norte, mirando al valle , al sur, muy cerca del precipicio, donde hacía menos frío, pero mientras lo encontrábamos, el tiempo cambio en un instante, el sol radiante desapareció y un espeso banco de niebla nos vino a visitar, para poner la nota inestable en la ruta. Ya la vimos formarse en el valle de río Moros, y poco a poco se acercaba a nosotros amenazante.
Padre e hijo en un lugar para recordar
Al fin, comenzamos a disfrutar del momento del relax sentados en la nieve, comiendo un buen bocadillo que allí , después del tremendo esfuerzo, sabe a gloria. Nos tiramos unas fotos, charlamos un rato y descansamos entre nieblas y ratos de sol, este nuevo componente también nos dio buenas fotos y buenos paisajes nuevos y diferentes. Al terminar de comer ya eran las 4 de la tarde, Ezequiel se había hecho a la idea de no ir ya más allá, pero nosotros no queríamos irnos sin ir al pico, así que le dejamos allí tirando fotos y grabando vídeos y Time lapse, mientras nosotros nos íbamos a la cima.

Este lugar fue nuestro comedor por un día...



Jorge jugando con las formas espectaculares de hielo.



























Volvemos a la ruta, padre e hijo nos fuimos hacia el sueño, sin vacilar. La niebla cada vez más intensa nos ponía más difícil encontrar y seguir el camino. Nosotros lo conocemos muy bien, de haber subido muchas veces, pero la verdad es que por mucho que te digan, no te puedes imaginar lo que es esto si no lo ves y lo vives.
Apareció de repente un nuevo fenómeno meteorológico: la niebla
Este trozo de camino, es precioso, y tiene varios pasos del primer pico al segundo un poco chungos,  en los que hay que triscar y pasar en un hilo muy cerca del precipicio. Por lo tanto imaginamos que iba a ser un poco complicado llegar allí pero con esa ilusión nos fuimos hacia la cima. El camino en varios puntos resultó no existir sepultado bajo enormes ventisqueros que estaban justo en medio del camino. Aún así, bordeándolos, y metiéndonos hasta los riñones en varias ocasiones, íbamos avanzando a duras penas. En algunos sitios no solo irreconocible el camino sino también imposible de cruzar. Había mucho hielo, teníamos que pisar con sumo cuidado, pero poco a poco íbamos avanzando.
Como puede verse en la foto, las huellas sobre el hielo ni se marcan.
Este tramo del camino es muy corto en condiciones normales, pero en estas otras , tardamos al menos media hora en llegar, y en el último tramo que es muy bonito, aunque muy complicado con esta cantidad de nieve, el sendero va entre rocas y el precipicio a nuestra izquierda, por la vertiente sur. Cuando llegamos a este punto, no se veía nada de nada del camino, todo estaba sepultado bajo la nieve y el problema era que no sabías bien donde pisabas, a veces te hundías en la nieve profundamente , otras pisabas piedra y te escurrías, menos mal que sabíamos que abajo había firme y conocíamos a la perfección el sendero porque de no ser así, no se si hubiéramos seguido hasta el final.
Caminábamos entre grandes moles de granito a nuestra derecha, hoy, por suerte totalmente blancos y a pesar de ser verticales , congelados.  En el camino ni una huella, todo estaba precioso, impresionante. Al pasar cerca del precipicio, la nieve de un enorme ventisquero cubría el sendero totalmente, así que cuando casi lo estábamos tocando, muy cerca de la cima, tuvimos que subir por el ventisquero intacto, sin ningún apoyo, y en un corto tramo casi vertical. En estos momentos de incertidumbre, por mucho que se diga, siempre estás con un nudo en el estómago, sabiendo de la dificultad y del peligro que conllevan estas maniobras en un terreno muy hostil, y con poco margen de error.
El enorme ventisquero para subir a la cima, intacto y sin huellas.
Aún así, Jorge tomo la delantera y decidió subir sin más dilación, a pesar de los consejos siempre más reflexivos del padre que ve que su hijo va a hacer una maniobra peligrosa y que quizás yo solo no la hubiera hecho. No se si es por el carácter o por la juventud pero subió sin mirar abajo,  con mucha facilidad. La nieve en este lado sur estaba menos dura, y aunque te hundías en el ventisquero, yendo despacio y afianzando los pasos, pudo subir a gatas, sin bastones ni nada, a pesar de ofrecérselos...no los quiso. Iba mi hijo alucinado del espectáculo que estábamos viendo. Observando por todos los lados, y recordando otros momentos vividos en otras ocasiones, recordando también los lugares bajo la nieve y diciéndome mira papa, esto de aquí como está ...¡¡¡ o esto otro...
LLegando arriba, entre grandes bloques de granito.
es el momento de la felicidad, de la emoción , cuando llegó al rellano por llamarlo de alguna manera al pie de la cima, paró a esperarme. Me puse en marcha sobre sus huellas, y así fue mucho más fácil para mi que para él, claro... pero aún así, perdías la huella a veces al llegar al final y tocar piedras o enebros rastreros al fondo de la nieve. Fue un momento alucinante, divertido y arriesgado, pero que valió un sueño, y conseguir llegar a la cima con una hermosa y espesa nevada. Una vez arriba, subimos a la cima, donde está el monolito de hormigón que señaliza el vértice geodésico del pico de La Peñota, a 1945 m. de altitud.
En la cima de La Peñotta, a 1945 m de altitud. 
Cuando subes en verano, tienes que triscar a bastante altura sobre las rocas de granito, pero en esta ocasión, no tuvimos que hacerlo, porque la nieve cubría gran parte del escalón que hay que subir, y no necesitamos triscar, entre otras cosas por que no se veían las rocas. La vista desde allí era magnífica. No había nada encima de nosotros, entre nosotros y el cielo, y desde allí se veía todo el trayecto que habíamos seguido para subir allí, y nos parecía increíble haberlo conseguido. Las montañas más altas de la Sierra de Guadarrama, parecían haber desaparecido bajo la intensa niebla que había en sus cimas.
Desde la cima, todo el camino andado, y una espectacular panorámica
de la zona más alta de la Sierra de Guadarrama, y sus cimas tapadas
por la niebla.
No pudimos ver la maravillosa vista panorámica que  se divisa desde allí, de los Siete Picos, La Bola del mundo o Guarramillas, La Maliciosa, el Montón de trigo, La Mujer muerta ni mucho menos Peñalara que en los días claros sin niebla se pueden ver desde aquí en un enorme espectáculo visual de las principales cimas de nuestro Parque Nacional. Si pudimos ver La Peña del Águila,  y el valle del río Moros, con su gran masa de pinos Silvestres,hacia el norte en Segovia, y en el sur, hacia la meseta , todo el valle y la cuerda de la Peñota hasta el Alto del León. Todo ello a ratos, entre los bancos de niebla. Fue un momento muy intenso y muy íntimo para nosotros, del que solo pudimos disfrutar un poco de tiempo, porque allí arriba el frío era intenso y el viento fuerte.
Era peligroso andar por allí, porque no se veían las rocas de debajo, y sabíamos que están cuarteadas y hay huecos entre algunas de ellas, con mucho peligro de meter la pata hasta el fondo o peor aún caer al precipicio. Así decidimos bajar rápidamente, fuimos a la ventana que hay muy cerca del pico mirando al sur y a la meseta, por el lado norte, donde todo estaba duro y frío, congelado. Las rocas tenían unas formas de hielo pegadas a ellas, como si fueran hojas de los árboles heladas,  que sobresalían de la roca, desafiando la gravedad, y pegadas a ella por el hielo. Qué preciosidad, a pesar del frío no dejábamos de disfrutar en ningún momento, e incluso Jorge se subió al peñote de granito que hay enfrente del pico principal, a pesar de estar todo helado...
sin miedo.... está loco este hijo mío..¡¡¡. En fin que cumplimos nuestro sueño y nuestro objetivo, y lo disfrutamos al máximo, decidimos irnos rápido que Ezequiel estaría ya harto de esperarnos, y entonces empezamos a pensar que la bajada sería más peligrosa que la subida... pero no fue así, porque nos podíamos apoyar en las huellas que dejamos subiendo, y con mucho cuidado bajamos la zona peligrosa, sin problemas, y luego el resto del camino, a toda velocidad pero con sumo cuidado por el hielo que había por todos los lados que daban al norte. Enseguida llegamos al primer pico donde Ezequiel estaba ya nervioso por irse, la niebla acechaba y eran ya casi las 5 de la tarde y enseguida se hace de noche en este mes de enero... pero pensamos que la bajada sería rápida y que podríamos bajar corriendo campo a través como siempre saltando sobre la nieve.
La cima de La Peñota desde el primer pico, y esos dos puntitos que
se ven en el pico somos Jorge Sancho y Luis Sancho. Gracias e
la colaboración especial de Ezequiel, que se quedó allí a esperarnos.
Cual fue nuestra sorpresa al ver que no era así. La nieve estaba dura y helada arriba y abajo blanda, nos hundíamos mucho y no podíamos bajar deprisa, así que la bajada resultó dificultosa y tediosa. Con mucho cansancio ya acumulado y yendo sobre nuestros pies en la subida, no pudimos esta vez disfrutar de la bajada, y en un momento llegamos a pensar que se nos haría de noche, pero al final, aunque por poco, todo salió bien y conseguimos llegar bien antes de anochecer muy cansados y con algunos problemas físicos en las piernas en el último tramo de la bajada. Pero contentos y felices de haber visto con nuestros propios ojos tanta belleza, y tantas cosas y detalles de la nieve y el hielo, hermosos paisajes y de haber cumplido nuestro sueño por fín de llegar a la cima de La Peñota en un día con todo absolutamente nevado y helado.


Ventana en la cima de La Peñota, con decoración nórdica y vistas
al sur y a la meseta madrileña.
De la nieve de la cima al fondo del valle, el pueblo de Los Molinos a vista de pájaro.












Parece que solo hay cornisas en Peñalara, y ventisqueros, pero no es cierto...












Nuestro dormitorio en verano, cuando dormimos en La Peñota.
La Peña del Águila, en primer plano, detrás la Mujer Muerta pero no se ve,
tapada por la niebla, a la derecha el Montón de Trigo entre nieblas, pre
ciosa panorámica desde el pico de la Peñota.