sábado, 22 de marzo de 2014

LA VEREDA DE LOS NAVARROS. QUÉ PASA CON UNA VÍA PECUARIA CUANDO SE ABANDONA...





Hoy tengo ganas de hablar, y de escribir. No creáis que me da pereza hacerlo, simplemente no tengo el hábito de escribir mis cosas en el blog. Me gusta elaborarlas, y esperar su momento, pero a veces esto no ocurre nunca y creo que ya es hora...hoy toca. Dicho esto, y después de algunos artículos guardados para mejor ocasión, con ganas de escribirlos, hoy quiero contaros mis impresiones sobre un camino que llevo muchos años con ganas de recorrer, que está cerca de mi casa, en mi pueblo en Los Molinos, y que unas veces por unas cosas y otras por otras... no vi nunca el momento. Y pensaréis, y porque no le ve el momento...???. Bueno, veréis como lo entendéis. Para empezar es una Vía Pecuaria de las muchas que pasan por Los Molinos o que llegan a este municipio.

Pero, siempre que preguntaba a alguien del pueblo sobre ella, todo el mundo me decía que estaba perdida, y que salía por detrás del cementerio de Los Molinos. Incluso mi padre me habló de ella alguna vez, cuando se lo comenté, y yo la busqué en el mapa de la zona, del IGN y allí se distinguía perfectamente, pero yo no veía muy claro de donde salía, y si sabía que salía de la carretera M-622 un ramal de la Colada de Los Navarros, que es otra Vía Pecuaria que coincide en parte con el trazado de la carretera de Los Molinos a Guadarrama. Y como paso tantas veces por esta carretera, y la veo cada vez que paso, decidí indagar un poco más. El caso es que no está indicada exactamente desde ningún sitio, ni desde Guadarrama ni desde Los Molinos, desde el Cordel del Toril. En Guadarrama al menos hay un cartel informativo de Vía Pecuaria, en varios puntos cruzando la carretera.  Como por las vías pecuarias no se puede circular con vehículos a motor, y no se veía donde dejar el coche, pues nunca paré...hasta ayer, que ya se me metió en las narices buscarla sin mapas, por intuición, y por orientación. Salí de Guadarrama, en un desvío que hay a la derecha en un camino de tierra justo donde pasa un arroyo importante la carretera, en un lugar rodeado de prados y fresnedas impresionantes desde la carretera se pueden ver, y en el que hay un cartel que indica Vía Pecuaria. Seguí por ese camino buscando el otro que cruza la carretera un poco más arriba, con otra indicación de Vìa Pecuaria. Hasta aquí todo bien, con la ilusión y el nerviosismo de los días que vas sin un rumbo fijo ni claro, y la emoción de recorrer un camino nuevo , que no conoces.
Prado abandonado a su suerte, sin utilizarlo en muchos años para la ganadería
Pero enseguida empezaron los cabreos...jeje...Primero comprobé el estado deprimente de nuestras fresnedas, minadas de vayas horrorosas de telas metálicas, cuando no con palets de madera, casetas como las de los barrios marginados, con todo tipo de elementos de colores variopintos y feos, y con las instalaciones de huertos y prados muy poco cuidadas. Un sitio tan bonito, y con tanto potencial, lleno de mierda por todos los sitios, basura acumulada a los lados de los prados  y cercas, y mucha gente para ser un lugar tan aislado del pueblo. Pensé, que no era verdad lo que estaba viendo, pero estaba bien despierto.  Por fin llegué a la última instalación con coches aparcados en la entrada y con casetas y pajares por todos los lados, y de repente, se ve allí al fondo como una especie de camino entre dos vallas, encajonado  y lleno de vegetación, que parecía no llevar a ningún sitio. Y no había otro camino así que decidí intentar seguirle a ver si era ese mi camino, el que yo buscaba. En pocos metros comenzó la odisea.  Los prados estaban inundados por las fuertes lluvias de los últimos meses, y el camino, lleno de agua por todos los lados. Intenté avanzar por las orillas, pero estaban llenas de zarzas y endrinos llenos de pinchos , y me hundía entre el fango.
Mojón de la Comunidad de Madrid, a la que pertenece la jurisdicción actual
de las vías pecuarias
Dude si seguir o rendirme a las primeras de cambio, pero al parecer tenía ganas de incordiar, y decidí saltar al prado de al lado para intentar salvar el obstáculo. Había ganado a lo lejos, pero sin problemas salté la valla y empecé a avanzar en terreno encharcado y lleno de zarzas, y fresnos, y como pude anduve metiéndome hasta los tobillos de agua, unos 50 metros. Mirando a cada momento si se había acabado el pantano que había en el camino.  Enseguida vi que podía volver al camino, seguía con mucho agua, pero ya se podía ir sorteando, y al rato había una portera de palos con alambres de espino que impedía el paso. La abrí y seguí, caminando, parecía que el camino seguía y a los lados  había varias instalaciones ganaderas ya más cuidadas y con ganado para carne. Ya escuchaba de cerca la carretera, así que tras este primer tramo tan accidentado, y abandonado, llegaba al lugar por donde presuponía que iba la vereda.
Atravesé la carretera, sin vacilar y con mejor ánimo, después de este mal trago de ver mis dehesas tan mal representadas, no tiré ni una foto de la mala sensación que tuve, y además me pinché por todos los lados y también me mojé los pies. Toda una odisea. A partir de este momento, el paisaje cambió. Ya no  había chabolas por todos los sitios, ni vallas de alambre, ni instalaciones demasiado afectadas por la mano del hombre. Eran prados muy grandes, bien cuidados y con vallas preciosas de piedra colocada sin cemento y llenas de musgos y líquenes. Esto si que era campo, y dehesas verdes y llenas de fresnos en un principio pero enseguida empezaron a dominar los robles.
Charca natural en un lugar más hundido del terreno.
La vía pecuaria era ancha y no estaba en mal estado en un principio, y a unos 200 metros o 300 de la carretera me encontré con la primera sorpresa grata del día, un sitio precioso en un prado lleno de robles  y una pequeña charca, preciosa con fresnos en su interior, con su tronco engullido por el agua. El paisaje era muy hermoso y muy aislado, tenía magia con los fresnos aún desnudos, reflejándose en sus aguas limpias y quietas, en un momento volví a sonreír. En este lugar me recree un rato, y tiré muchas fotos en estos reflejos profundos de la charca y volví al camino.Al poco trecho andado, el cordel que no estoy seguro ahora mismo si es cordel o vereda, prometo comprobarlo y decirlo, dejó de ser ancho de repente, y el camino se estrechó sobremanera, con lo que es fácil imaginar que  o bien antes  o bien ahora el estrechamiento era en parte invadida la Vía Pecuaria por los prados y las vicisitudes de la historia y de la vida misma.

En este momento el camino se encontraba como en la primera foto que puse, enmarcado por preciosas vallas de piedra, e invadido por la vegetación autóctona que predomina en la zona, que poco a poco con el abandono de sus antiguos usos ganaderos trashumantes, ha ido colonizando lo que es su lugar y su terreno. Se veían en medio de la vía pecuaria numerosas encinas y bosquetes de robles o rodales que iban colonizando su espacio, el piso del Robledal. También en los lugares más húmedos había fresnos, y más adelante en el curso del arroyo, ya dentro del agua, bardagueras y zarzas.

Pero como pasa siempre en las Vías pecuarias, hay momentos en los que hay estrechamientos y otros la vía es un poco más ancha. Los prados que estaban a los lados del camino, eran preciosos, verdes, adehesados, con hermosos ejemplares de fresnos y robles. Algunos de ellos, se encontraban totalmente abandonados desde hace tiempo, y allí la vegetación natural autóctona comenzaba a repoblar sus territorios como antaño. Otros, se veía ganado pastando tranquilamente, a lo lejos, y gente haciendo sus labores de limpieza de los prados, y del robledal. Quemando ramas secas y cortando leña en este lugar especialmente hermoso y alejado de todo.
El robledal o melojar, poco a poco se va imponiendo den los prados que
se van dejando de utilizar para la ganadería.
A mi me gusto sentirme en el corazón de estos prados y dehesas, donde no había estado nunca, lejos de los prados bien comunicados que tanto conocemos en Los Molinos, tanto es así, que se veían bastantes signos de abandono, o de un lugar alejado de la civilización. Vallas semideruídas, huesos de vacuno desperdigados,  fresnos sin desmochar, y encinas y robles por el camino sin comer por el ganado en mucho tiempo. También al avanzar el camino y ver ya al fondo La Peñota, y los lugares que yo conozco de siempre se intuían y estaban cerca...quedaba poco, pero no se veía el final. Al avanzar, empecé a escuchar un fuerte estruendo de agua más violenta, cerca pasaba un arroyo más grande. Cada vez más cerca del final , otra vez el camino empezaba a encharcarse y a estrecharse, hasta que llegué a la confluencia del arroyo que escuchaba antes.
Entonces pensé en cómo le iba a atravesar, el arroyo bajaba muy caudaloso, parecía un río, y cruzaba la vereda de izquierda a derecha. Parecía haber senderitos que desembocaban en la zona en la que normalmente se cruzaría el arroyo, pero esta vez, tras las fuertes lluvias caídas, de repente desapareció el camino. Todo lo ocupaba el agua, y un pequeño paso de piedras que había las había sepultado y movido la fuerza del agua. Así que, con tantos trastos que llevaba y el calor que hacía... los dejé en una orilla y busqué como atravesar el cauce. No había manera, y yo quería atravesarlo por el camino, sin salirme de él, a los prados, y entonces comenzó un calvario para seguir este tramo. Muy difícil fue atravesarlo pero lo conseguí , con varios arañazos y golpes pero sin percances importantes, poco después mi sorpresa fue que el arroyo se dividía en dos, y uno de ellos seguía por el trazado del camino.
Todo estaba salvaje, pero precioso, con agua por todos los lados y también con cascadas pequeñas, pero muy difícil de seguir el camino, con zarzas a los lados y bardagueras, y también con endrinos. Todo lleno de pinchos, y unas pinceladas de color azul entre ellas, que no acertaba a ver bien qué flores eran. Al final en varios tramos tuve que saltar al prado, para poder seguir el trazado más adelante, y las flores azules en los prados eran mucho más abundantes, y vi que eran violetas preciosas violetas, en el campo en estado natural. Qué gozada...¡¡¡. En la temprana primavera,  en las praderas de los robledales y de las fresnedas,  comienzan a florecer algunas especies que salpican de color el verde de los prados y dehesas.
Violetas.
Y todos los años acuden a su cita a finales del mes de marzo, cuando aún resuenan los ecos del frío invierno, pero verlas en estado natural, salvajes, y preciosas es algo que no tiene precio. Uno siempre piensa que lo que dicen los libros es verdad, pero no es lo mismo leer que las hay en esta época que caminar por el campo y de repente verlas en toda una pradera.  Así, sin buscarlo, en este pequeño paseo, corto pero emotivo por lo singular del trayecto, y por la cantidad de detalles que vi , pude ver violetas, campanillas( narcisos), y narcisos de otros tipos y también margaritas y los primeros brotes de las peonias, a montones en esta zona, prácticamente, lejos de la presencia humana.
A partir de aquí, pude seguir el camino hasta el final, no sin problemas teniendo que saltar en varias ocasiones de un lado a otro del arroyo, pero enseguida, salí al Cordel del Toril, en Los Molinos, justo enfrente de las Hermanitas de los pobres donde sale un arroyo al lado de la puerta, que es el que inundó el camino, como decía al principio, muy cerca del cementerio de Los Molinos. Y esto es lo que pasó ayer en mi pequeña aventura salvaje y recóndita en un paseo por una vía pecuaria abandonada para el uso que se creó, entre los municipios de Guadarrama y Los Molinos, muy cerca de la civilización pero olvidada en el pasado del esplendor ganadero de nuestra comarca. La bajada la hice por el mismo lugar, evitando ya pasar por los mismos problemas que antes, y saltando al prado para evitarlo, bajé en poco más de una hora, al lugar donde dejé el coche. No sin antes mojarme un poco con un chubasco primaveral, y pensando en el carácter nostálgico de este camino, que me invadió durante todo el trayecto y los días posteriores...
Campanillas.

Primeros brotes de las Peonías, (dolor de cabeza como las llama mi padre)













Valla de piedra sin cemento, típica de la zona.