martes, 16 de febrero de 2016

PAISAJES NEVADOS EN LA SIERRA DE GUADARRAMA. EN EL ALTO DEL LEÓN, SUBIENDO A CABEZA LÍJAR.

Un día cualquiera de invierno, una nevada inesperada y no muy copiosa, resultó ser un momento muy especial en este invierno  de 2016. Mucho se ha hablado del tema, porque , la verdad, yo no recuerdo un invierno con menos nieve en los casi 50 que yo tengo. El caso es que dadas las circunstancias, hay que aprovechar cualquier nevada por pequeña que sea para disfrutar de ese momento tan bonito que es verlo todo teñido de blanco. Los paisajes blancos en una montaña, son inevitables en invierno,  y también son cada vez que se producen, muy bellos y además, le dan a la montañas ese aspecto único invernal, con el que más relacionamos una montaña, sea cual sea. Dicho esto,  no me lo pensé dos  veces esta mañana para subir a algún punto alto de la Sierra,  que me acercara lo suficiente a la cota de nieve necesaria para ver lo que yo quería ver, que eran los pinos blancos con cencellada, las formas del hielo en las especies de montaña, provocadas por el viento y esa sensación de frío en la cara, que te espabila al instante.

Pino Silvestre congelado mirando al sol, escondido entre las nieblas.

El  día estaba muy desagradable ya en el llano, cuando levanté, no tenía nada claro si iba a poder hacer lo que quería. Hacía un viento muy fuerte, seguía nevando con ganas, y esperé un tiempo prudencial para que les diera tiempo a las máquinas quitanieves a limpiar las carreteras. En cuanto pude, me abrigué hasta los dientes, con doble capa en todas las partes de mi cuerpo por que tenia pinta de que iba a ser complicado el día. Como estaba tan malo, pensé que sería mejor olvidarme de los puertos más altos, del de Navacerrada y el de Cotos, y sin pensarlo dos veces, cogí el coche y probé a ver como estaba la carretera que sube al Alto del León.  Por suerte, estaba totalmente limpia y en cuarto de hora estaba en el puerto. Antes de salir del coche, ya sentía los efectos del viento en el coche, que se movía cuando estaba parado dando fuertes bandazos. Supuse que iba a ser un día complicado. Pero que demonios, si quieres ver estas cosas hay que echarle ganas, así que salí del coche y la primera sensación fue de un frío intenso, multiplicado por 3 por el viento. No había descanso y el puerto es un paso de viento siempre así que decidí salir lo antes posible de allí, buscando algún resguardo que me dejara al menos caminar.Por eso decidí ir hacia la pista que va a Peguerinos, en vez de hacia La Peñota, cuyo cordal está más pelado y el camino va por arriba, con lo cual iba a ser muy difícil avanzar y disfrutar de este día.  El primer tramo fue complicado, estaba todo helado y había muy poca nieve, el viento seguía dando fuerte, pero pronto, llegué al pinar, que estaba protegido del viento al seguir la pista orientación sur. Entonces, decidí seguir adelante porque por allí iba muy a gusto y muy bien.


Todo estaba precioso, la pista es ancha y está llena de pinos a los lados, con lo cual, la sensación de ir arropado por ellos, y protegido del viento fue maravillosa. Todos los pinos estaban blancos, y el camino impoluto, sin una huella. Todas estas sensaciones te hacen sentir feliz, lleno de paz exterior e interior, y ya se me habían olvidado todos los problemas que me rondaban la cabeza.









Seguía nevando con intensidad, y la ventisca no me dejaba ver en ocasiones, eche de menos las gafas, pero estaba todo tan bonito que no pensaba mucho en ello. El camino es de estos sugerentes que no ves nunca el final,  con el horizonte incierto y engullido por la niebla. Estuve un buen rato caminando por este idílico lugar, y las sensaciones se agolpaban en mi mente, analizando  cada momento, preguntándome que hacía allí en ese momento, y respondiéndome a mi mismo, ! no me extraña nada que esté aquí, viendo esta belleza tan inmensa de la naturaleza, de la nieve y del hielo ¡. Como lo puedo siquiera pensar...Avanzaba despacio, mirándolo todo, escuchando el silencio, sintiendo la paz que te dan los paisajes nevados, en la montaña. La nieve caída, no me impedía caminar, había tan solo unos 15 cms a lo sumo, y me sentía el rey de la montaña en ese momento. Aunque caminaba despacio, seguía avanzando sin problemas hasta que veía una imagen que me llamaba poderosamente la atención, y paraba un momento, sacaba la cámara que la tenía bien guardadita en la funda y tomaba unas cuantas fotografías para el recuerdo. Todo parecía tan sencillo, un paisaje en blanco y negro prácticamente impoluto, sentí la soledad del momento y del lugar, como algo positivo para mi y marchaba feliz.

Entonces, en el transcurso del camino que seguía que era una pista ancha, se sucedieron varios momentos espectaculares en los que me sentí pequeño en medio del camino, yo solo , sin ningún destino claro, perdido en el tiempo, pero a la vez contento de poder estar allí y poder contarlo. 

En esta foto sentí una irresistible y casi instintiva reacción de coger la cámara y plasmarla en una instantánea con mucha profundidad,  y en la que no se acierta a ver el final del camino. Estas cosas me encantan, te hacen sentir que estás viviendo un momento especial, estás de repente ante la puerta de un agujero negro, un camino sin final, que puede ser la entrada al país de las maravillas, al mundo perdido. Los propios pinos parecen tentarte con el sonido de sus ramas moviéndose con el viento, y los chasquidos que son muy abundantes, al crujir las ramas secas o heladas, por un momento te paras a pensar si entrar o no,  por otro hay como una voz que te llama, que te invita a adentrarte en esta preciosa estampa blanca, enmarcada por los pinos. Allá al fondo, qué habrá, que vendrá después de esta apoteósica entrada.



Las dudas se disipan al llegar al final, otra nueva estampa invernal preciosa,  sucedía a la anterior, no tenía fin. Estos lugares en estas condiciones, son maravillosos, no  parecen reales, y te sientes como si estuvieras en un bosque mágico, en el que no sabes a donde mirar, y mires donde mires, es todo alucinante.

Todo parecía perfecto, y yo me encontraba sumergido en este estado de contemplación , totalmente alucinado y emocionado, más bien exaltado diría yo. Pero como siempre, ocurre algo que te tiene que despertar del sueño, y te hace volver a la realidad. Casi entre sueños, me pareció escuchar el sonido de un motor  de un vehículo a mis espaldas. En un principio no le hice mucho caso, pensé que no era el mejor momento para salir a pasear con un 4x4, con todo nevado y helado, desde el principio pensé que por allí con ese viento infernal, y recién nevado no me iba a encontrar a nadie, pero claro,  nada más lejos de la realidad. Efectivamente, al poco rato, sentí a mis espaldas la llegada inminente del 4x4, no podía ser otro vehículo , tal y como estaba la pista. Con él llegó la persona que me despertó de mi precioso sueño, en es que estaba sumido. Fue un segundo, que interrumpió mi ensoñación con el medio, pero que dejó el camino marcada con las rodadas del coche, para el resto del camino, ya no iría abriendo camino ni vería más el camino sin huellas de ningún tipo. A cambio, las rodadas  también se me antojan sugerentes,  haciendo si cabe, más infinito el camino, al perder la referencia en el final del camino, sea como fuere, me fueron acompañando un rato solo, pues el despertar a la realidad, me hizo pensar por primera vez hoy, en volver.


Por primera vez miré el reloj,  y empecé a cambiar de idea sobre el camino, y me puse dos o tres veces como meta final del día, un último tramo de este.  La pista se empezó a empinar, y a quedar expuesta de nuevo a la ventolera de la ventisca al llegar a zonas más expuestas. Y aquí, la vuelta a la realidad se hizo patente, al mismo tiempo que se abría  un momento la niebla, y entraba la luz,  Recordando qué lugar podía ser ese al que estaba llegando, pensé que sería el Collado de la Mina,  que le conozco bien de otras rutas aunque aquí con el manto blanco era difícil encontrar los caminos. El tramo empinado terminó enseguida, y a pesar del frío, noté que estaba sudando, tanta ropa no te deja transpirar bien, y el ejercicio al final pasa factura. Volvió la pista a llanear de repente, y sentí que llegaba al collado,  pero resultó ser otro collado intermedio que no recuerdo su nombre, y no el que pensaba. Pero que también conocía de otras rutas. En este lugar hace no demasiado habíamos pasado para hacer la ruta Alto del León- Abantos este verano (el de 2015 claro), y era el lugar por el que se cambiaba el rumbo del sendero GR10 en dirección a Cabeza Líjar, atravesando una valla de piedra que se veía a mi derecha. Aunque desde luego el paisaje era totalmente diferente, y no se veían los picos ni ninguna referencia cercana todas ellas estaban bajo la niebla. Me situé enseguida, y busqué el camino cerca de la valla y allí encontré las marcas del camino rojas y amarillas, y otras verdes y blancas que ha marcado el pueblo de Guadarrama de su territorio.


En este lugar, la sensación fue la misma que en el Puerto, un frío intenso atravesaba el collado acompañado del viento que aquí era todavía más fuerte que el de la mañana, parecía que no hubiera transcurrido el tiempo, y la mañana estaba cada vez peor.  Este giro de nuevo al día frío e invernal, no era más que la diferencia que hay en la montaña ante la orientación de la misma. Había venido caminando por la pista al resguardo del viento como he dicho antes, y cada vez que salías al norte,  y tocabas cuerda, volvía el día a estar enrabietado. Tanto es así, que me lo pensé dos veces si seguir por este camino que era sendero y que iba más cerca de la cuerda o quedarme en el mismo que había traído desde un principio,  y bajar  por él que me aseguraba una bajada más tranquila y menos fría. A cambio, sería más larga, y cuando venía subiendo había pensado en cambiar el rumbo y meterme en el centro del pinar para disfrutar de otras cosas diferentes a las que me daba el camino que traía. Estas dudas siempre te persiguen en la montaña,  todo cambia con la nieve y el viento, y con la altitud y siempre tienes que tenerlo en cuenta. Mientras lo pensaba,  saqué de nuevo la cámara que estaba helada, como yo, y tomé un montón de fotos pues en este lugar tan expuesto, la cencellada se manifestaba en cada objeto y en cada planta,  y se mostraba preciosa en sus formas y al mismo tiempo gélida y debastadora al rodear cada rama de ellas no dejándolas ni respirar. Este hecho, siempre me hace pensar en la adaptación que tienen estas especies a la naturaleza, y al lugar en el que viven, pues estas plantas específicas de montaña soportan estas condiciones climáticas extremas cada invierno,  en la montaña Guadarrameña y aquí están siempre, a pesar de ello. Estando a unos 1700 metros, con esta irrupción de aire frío del norte, esto es normal, y la verdad que son muy interesantes todas las fotos que puedes sacar en un lugar como este.  Todo estaba helado , las ramas de los arbustos, rodeados de hielo por el efecto de la cencellada, de la niebla y el frío. En la foto se ve como una Santolina está totalmente helada por todos los lados, como lo podrá soportar. Pero claro  no era la única, las ramas de los pinos que en este paso de viento eran más dispersos y achaparrados por el viento, estaban igual, las rocas, los piornos, todo congelado.


Al final tomé la decisión de bajar por el sendero, que era diferente a lo que había visto y me apetecía sumergirme en el interior del bosque y de los pinos. La bajada por este nuevo camino, fue fulgurante, como todos los senderos de montaña, son mucho más directos y más bonitos. El camino iba serpenteando por la ladera de la montaña, entre rocas de granito que sorteaba a cada momento,  caminando entre nieve que se acumulaba en los huecos entre las rocas y las raíces. Con estas características, fue un descenso muy divertido, con más movimiento, más nieve probablemente por la acción del viento acumulándola en unos lugares y llevándoselo de otros.  La sensación es totalmente distinta de un camino ancho y más fácil de andar. El caso es que ya no recordaba apenas las fuertes sensaciones del camino anterior,  estaba ya, mirando otras cosas y viendo otras cosas, y además estos senderos necesitan de más concentración y  tienes que estar muy atento a cada paso que das para no hacerte daño metiendo el pie donde no debes. La montaña te da estas cosas, las sensaciones tan diferentes de un momento a otro,  cambia todo a cada momento, esto es lo bonito de ella, disfrutar de cada uno de ellos siempre, que es un instante fugaz que se va enseguida.
En un principio, la bajada era preciosa, no había ni una sola huella, todo blanco y recién caída la nieve. Esta sensación de pisar la nieve tu el primero, es muy gratificante, no por nada, simplemente, no está todo lleno de pisadas y de huellas humanas, que siempre dejan rastros y muchas veces indeseables.  A cada momento surge una nueva escena,  un encuadre diferente , este momento se convierte en una mirada distinta casi a cada paso que das,  tiré muchas fotos  de todo ello, que se quedan en mi recuerdo durante mucho tiempo, de rincones inolvidables, debajo de los pinos, con las ramas blancas heladas rodeándote por todos lados, son instantes maravillosos, yo tenía la idea de que bajaba despacio, entreteniéndome demasiado con las fotos y con tantas cosas e información, pero en un momento o al menos eso me pareció a mi,  me vi al lado de las antenas de los militares, en un mágico instante, en el que la luz del sol apareció de repente iluminando todas ellas. Estaba a menos de un km de el puerto, y ya cesó de nevar, los pinos estaban preciosos, y hasta los pajarillos parecían saberlo, acompañándome en mi camino de rama en rama, los carboneros revoloteaban por los pinos helados y sus ramas comiendo algo que no acierto a adivinar, estando todo hasta las acículas congeladas. Y además hasta la niebla estaba levantando, increíble como cambian las cosas en dos horas. Me lo pasé bomba, disfruté como un niño, tirando fotos y saltando por la nieve acumulada en los pequeños ventisqueros, pero no os asustéis que no voy a poner todas las fotos que tiré... sería imposible, aunque cada una  de ellas lo merezca, las guardo para mi, para siempre en mi archivo. Lo único que he echado de menos, ha sido no ir acompañado, que a mi no me gusta ir solo ni al baño, pero a veces, aunque se dice siempre y con buen criterio que esto no se debe hacer, y menos con nieve y hielo, no queda más remedio. Este para mi es un paseo fácil, y sin peligro alguno, poca nieve, poco hielo y por un sitio conocido.  Y además siempre te sirve para despejar tu mente de malos pensamientos que te ronden la cabeza. Conste que dejo muchas fotos interesantes que poner, y que me ha costado mucho elegirlas, procurando poner las que más van con el texto de lo que estoy contando, que al fin y al cabo lo que cuento, es siempre una experiencia vivida con alegría y emoción, expresada en letras y en imágenes.










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